En la mañana del domingo 26 apenas despuntando los primeros rayos de sol, Nuestra Señora de Gracia recorría las calles adyacentes de la Basílica de Santa María llevada a hombros por numerosos fieles y devotos, con motivo del rezo del Santo Rosario "Rosario de la Aurora".
Era nuestro hermano en el Señor, Antonio Manuel Medina Gómez, el que magníficamente reflexionaba sobre los Misterios del Rosario. Terminaban los cultos al mediodía, con la celebración de la Santa Misa, Misa de Estatutos. Dejamos una pequeña referencia de una de las reflexiones del Rosario y algunas instantáneas del cortejo.:
El Viernes Santo Nuestra Señora padeció los más crueles e intensísimos dolores. Ella estuvo presente con su Hijo en su Pasión y Muerte, cuando pagó nuestra deuda, cuando rompió los lazos de la muerte y resucitó a una nueva vida, dándonos así la vida; y vida en abundancia.
La tradición católica identifica a María como el primer testigo de la Resurrección. Aunque el sufrimiento entró y traspasó el Inmaculado Corazón de María, su fe en la Resurrección de su Hijo nunca fue empañada por la duda. Su fe se mantuvo firme con la certeza de que volvería a ver a su Hijo y Señor resucitado. Los primeros rayos del amanecer atraviesan la ventana de la humilde morada de Nuestra Señora y acarician su rostro. María está envuelta en oración. Con la luz tenue de esos primeros rayos de repente se enciende una fuerte luz resplandeciente, ¡es Jesús quién ha venido a ver a su Madre! ¡Sí, Jesús ha resucitado! Los primeros frutos de la Resurrección pertenecen a su amadísima Madre.
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